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Este 7 de mayo se publicó Antes de los años terribles, la nueva y esperada novela de Víctor del Árbol. Es la séptima en su bagaje editorial y tiene, además, una inédita, El abismo de los sueños, que fue finalista del Premio Fernando Lara en 2008.
»En Pasar Página hemos querido conocer algunos aspectos de esta novela y para ello le hemos preguntado directamente a Víctor del Árbol, un autor siempre atento al que profesamos un gran cariño.
Marina Collazo- Gracias por atendernos de nuevo, esta vez para hablarnos de Antes de los años terribles.
»En la entrevista que nos concediste en el número de septiembre del año pasado, ya nos adelantabas que estabas escribiendo sobre los niños soldados de Uganda y nos anunciabas su publicación para finales de 2019, pero nos hemos llevado una alegría al ver que esa historia ya está aquí. Queremos darte la enhorabuena y preguntarte, entre otras cosas, por qué Uganda. ¿Cómo surge este país para escenario de esta nueva novela?
Víctor del Árbol- En realidad lo primero que capta toda mi atención es la increíble historia de Joseph Kony, su vida y su extraña desaparición que descubro por una inquietante portada de la revista TIME en 2012. Es la figura y la terrible leyenda de este hombre la que me lleva a Uganda, y la que me permite descubrir un país realmente asombroso por sus contrastes, su belleza y su terrible Historia.
MC- ¿Cuánto conocemos realmente de Uganda y sus niños soldados?
VdA- Uganda fue durante mucho tiempo parte del Imperio Británico, está atrapada entre fronteras legendarias y trágicas; Tanzania, República Democrática de Congo (donde Conrad desarrolla su fascinante novela El corazón de las tinieblas), Sudán, Rwanda… Forma parte de la mitología de África Oriental, pero hay que acercarse para ver su profunda riqueza étnica, cultural, poética, musical. Yo he tenido la suerte de conocer a personas que trabajan allí y que han sabido transmitirme una parte de su pasión. Mucha gente habrá oido hablar de Idi Amin a finales de los setenta, del secuestro del avión israelí en Entebbe… pero la historia de Joseph Kony y su ejército de iluminados, la LRA, con sus cerca de treinta mil jóvenes en sus filas (muchos de ellos secuestrados con solo ocho y nueve años de edad), sus cientos de miles de muertos y desplazados, pasó mucho más desapercibida en Occidente (que tenía puestos los ojos en el genocidio de Rwanda). Eso cambió cuando en 2012, unos periodistas estadounidenses lanzaron una campaña para dar con Kony, uno de los criminales de guerra más implacables que ha conocido esa región del mundo y que, un buen día, se perdió en las profundas selvas del Rwnzori. Ni siquiera los marines que envió Obama lograron dar con él.
MC- Recuerdo que nos comentabas en aquella entrevista, que tu visión de algunas cosas habían cambiado radicalmente al investigar sobre la historia que plasmas en esta nueva novela. Cuéntame, por favor.
VdA- Investigando sobre la vida de Kony di con algunos de sus lugartenientes, juzgados por el TPI como criminales de guerra y condenados. Los testimonios en esos juicios son aterradores, pero lo que me impactó fue un dilema moral: esos asesinos condenados por sus crímenes, en algún caso, fueron secuestrados por Kony, arrancados de sus familias, con ocho y diez años, drogados, mutilados, adoctrinados, torturados hasta convertirse en monstruos. Sí, eran verdugos, pero también fueron víctimas. Cientos de niñas fueron arrebatadas a sus familias y convertidas en prostitutas, embarazadas, con hijos muy pequeños, volvieron a sus comunidades al desmembrarse la LRA y en muchos casos fueron repudiadas, obligadas a marcharse de sus aldeas, doblemente victimizadas. Cómo algunas de eses niñas recuperaron su futuro daría para una novela increíble.
»Además, investigando sobre este tema, di con otro tipo de historia, igualmente asombrosa: el tráfico de órganos y de personas albinas. Aunque el problema es mayor en otros países, como Tanzania, donde hay auténticas mafias dedicadas al secuestro, mutilación y asesinato de estas personas, en Uganda también existe. Entender qué tipo de creencias lleva a alguien a creer que un dedo de albino puede curar la espina bífida, o porqué hay hombres de negocios que están convencidos de que una mano puede favorecer sus inversiones me llegó a obsesionar. De tal modo que una historia y otra me pedían su espacio y no pude negárselo.
»Necesitamos entender que no todas las infancias son iguales, que la capacidad de sufrimiento de algunas personas es asombrosa, pero no infinita. Y aún así es increíble que esas infancias destrozadas sobrevivan, conserven esa alegría, esas ganas de vivir que he visto. Cualquiera se rompería, pero ellos y ellas han sobrevivido, han logrado tener familias, estudios, trabajo, ilusiones… Aunque muchos, demasiados, se han quedado en el camino. Piensa en ello cuando veas a alguien caminando por tu ciudad. Piensa en la vida que trae en las espaldas.
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MC- ¿Qué diferencia esta novela de las que has escrito hasta ahora?
VdA- Esta novela nació mientras escribía Un millón de gotas (tal vez los lectores se acuerden del personaje de Siaka). Eso significa que llevo metido en este viaje cinco años. Leyendo El Corazón de las tinieblas, de Conrad, sentí el impulso de utilizarla como guía, como hizo Coppola para su Apocalypse Now. Tenía la necesidad de mirar al horror (esa frase de Conrad en boca de Kurtz) sin apartar la cara. He buscado como nunca la profundidad. Me ha importado, más que el cómo contar esta historia, esforzarme para hacerla comprensible. Nunca he buscado tanto la empatía a un nivel tan profundo entre los personajes y el lector.
MC- Todas tus novelas tienen unas portadas muy significativas, y esta no podía ser de otra manera, pero me parece más especial que ninguna, distinta... Háblame de ella.
VdA- Me parece un acierto de la editorial y de los diseñadores. Hemos trabajado mucho no solo el impacto visual sino el concepto. Ese joven de origen africano que restaura bicicletas antiguas, tímido, que no da problemas, ha logrado crearse una imagen que mostrar al mundo. Pero cuando baja la persiana y se mira en el espejo a solas, esa imagen se diluye y se difumina. Nadie sabe cómo es Isaías Yoweri. Ni siquiera él mismo, pero lo va a descubrir.
MC- ¿Tiene banda sonora Antes de los años terribles?
VdA- La tiene, desde luego. Hay música clásica de Brahms, rock ugandés muy actual, música de endongo... Pero, sobre todo, mientras la escribía no dejaba de escuchar a Kaleo, Way down we go. No aparece en la novela, pero es como un mantra que la recorre de arriba abajo.
MC- Una vez que lleguemos a la última página del libro, ¿qué sensación tendremos?
VdA- Te puedo decir lo que he sentido yo: que para este viaje hay que recurrir a toda la compasión, ternura e inteligencia de la que seamos capaces. A veces hay que bajar ahí abajo, a la cueva oscura en la que vive el Minotauro. Y en esa desolación absoluta, solo en ella, encuentro un instante igualmente absoluto de lucidez. Como Conrad, necesitaba hacer este viaje a la oscuridad sin apartar los ojos y ser capaz de salir de él.
MC- Isaías. ¿Se va a quedar mucho tiempo dando vueltas en nuestra conciencia?
VdA- Te puedo asegurar que en la mía, sí. Ya no puedo mirar del mismo modo a todos los Isaías de este mundo.
MC- ¿Qué habremos aprendido de él?
VdA- Cree en algo, créelo de verdad y aférrate a ello para salir a flote. Si resistes, alguien te tenderá la mano. Y nunca dejes que esa luz, pequeña, casi olvidada, de la infancia se apague del todo.
MC- ¿Y qué aprendiste tú?
VdA- El niño que llevo conmigo ya no grita.
MC- Me quedo sin palabras… ¿Quieres contarnos algo más? Ya sabes que somos todo oídos.
VdA- Es hora de leer Antes de los años terribles. Es hora de dejar de lado la dictadura de la felicidad, de tener coraje y de actuar.
MC- Eso haremos, no lo dudes. Muchísimas gracias por atendernos de nuevo, Víctor. Te deseamos todo el éxito (o más) que cinco años de investigación y escritura merecen. Nos vemos pronto en Madrid.
VdA- Gracias a ti por interesarte. Nos vemos en Madrid. Abrazos.
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Antes de los años terribles yo era un niño feliz en ese lugar. La felicidad parecía el estado natural de la vida, algo tan obvio como que cada mañana salía el sol. Los primeros rayos de luz se colaban entre las ramas de palma del techo aquella mañana en la que todo empezó a cambiar.
Marina Collazo Casal. Entrevista publicada en la REVISTA PASAR PÁGINA 10, Mayo 2019: https://drive.google.com/open?id=1LMXmPlI5ZNudZIutkJQAQiCyxbGbG0rK
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