Nacido en la Barriada de La Navidad de Huelva, en 1959, autor de un buen número de novelas y poemarios, poseedor de varios premios literarios, finalista de otros cuantos (es el único autor que ha tenido dos novelas entre las diez finalistas del Premio Planeta en un mismo año, por ejemplo), este escritor onubense es un bibliotecario que abandonó su plaza como tal para irse a Madrid y dedicarse exclusivamente a escribir. Su última novela publicada es Las dos primaveras de Jennifer Barnes, y hoy se asoma a nuestras páginas para hablarnos de todo esto y otras curiosidades. Aunque la primera de esas curiosidades os la voy a contar yo.
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»En el año 2005, visitando la Feria del Libro de Vigo, mi tierra, me encontré con un libro del que me encantó el título y me horrorizó la portada, una de las más feas que he visto en mi vida: El caracol de Byron. Era de un tal Rafael R. Costa, y le habían concedido el premio Ciudad de Irún de Novela. Después de hojearlo un rato, me atrajo lo que leí y decidí llevármelo a casa. Me encantó.
»Nueve años después, ya viviendo en Madrid, conocí a su autor y acabé leyéndome todas sus novelas. Durante el tiempo que coincidimos en la capital tuve la oportunidad de conocerle también como persona. Sacar a Rafael de casa era complicado pero de vez en cuando conseguía robarle un café. Eso sí, tenía que ser cerca de su casa, por lo que acabábamos siempre en Plaza Castilla o Chamartín. Una de las veces que nos vimos le llevé el ejemplar de El caracol de Byron que tenía en Vigo para que me lo firmara (la historia de cómo lo encontré ya se la había contado cuando nos conocimos). Es un libro que guardo como un tesoro ya que esa edición lleva años descatalogada.
Deciros que aunque tiene fama de serio, incluso cascarrabias, puedo aseguraros que es fácil reírse con Rafael. Es un personaje peculiar, sin duda, pero también es un gran tipo al que aprecio y admiro.
Marina Collazo- Bienvenido, maestro, gracias por acceder a que charlemos un rato, que sé que no eres muy aficionado a las entrevistas.
Rafael R. Costa- Gracias a ti, Marina...
»Cierto es que no soy mucho de entrevistas, aunque llevo tres años con más entrevistas que en toda mi vida. He regresado a Huelva y me han solicitado todos los medios.
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MC- Para empezar por el principio, cuéntame cómo es eso de que naciste muerto.
RRC- Lógicamente no nací muerto, otra cosa es que me dieran por tal. Pues fue un parto difícil, una primeriza, en casa de su madre, además con visitas inesperadas, en fin que una vez en el mundo pues el niño, o sea yo, no respondía. Me realizaron distintas pruebas caseras, desde cogerme por los pies y cabeza abajo darme con el canto de la mano a todo lo largo, como a un conejo, hasta alternar baños de agua fría y caliente, pincharme con una aguja como a un muñeco de vudú, yo qué sé... cosas así. Entonces me liaron en una toalla y me pusieron en la mesa del comedor ya dándome por muerto, donde estaban los hombres. A uno de ellos se le ocurrió inhalarme una bocanada de un cigarrillo y tosí... a partir de ahí recomenzó mi historia.
MC- Siendo un niño, creo que con ocho años, creaste un periódico con noticias de tu barrio, ¿cómo se te ocurrió la idea?
RRC- Así fue. La casa de mi abuela, que era donde yo vivía, contaba con una habitación desocupada; de hecho no había ni cama. Y ahí monté mi imprenta a partir de algunos elementos y una estantería que me encontré en los derribos de la Huelva vieja cuyos restos depositaban (para ganarle territorio al mar) cerca de mi casa. A veces me ayudaba un primo, hoy fallecido mas muy recordado. Pues a mí me gustaba eso de los periódicos: en el bar donde mi abuela tomaba café siempre había uno para la clientela, y en cuanto podía lo pillaba y me iba a una mesa yo solo a leerlo, por curiosidad supongo... Y, bueno, un verano creé ese periódico de barrio, donde yo lo hacía todo, claro, la portada, redactaba las noticias, componía un crucigrama con calles o nombres del barrio, entrevistaba a las señoras, y todo lo que se me ocurría. Llegué a hacer como ocho o diez...
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MCC- En 1984 fuiste el poeta más joven en recibir un premio otorgado por el Club de Escritores Onubenses, CEO, Cirea. ¿A qué edad empezaste a escribir?
RRC- Empecé muy pronto, Marina. Al margen del periódico de barrio creé personajes de tebeo, dibujaba historietas enteras... pero mi primer intento de escribir un libro fue con doce años, ¡una novela! Me decidí muy entusiasmado porque me hice con una máquina de escribir, una pequeña Olivetti, y ese suceso me empujó a redactar mi primera historia. ¿Cómo no voy a intentar una novela si tengo una máquina de escribir? ¡Sería hacerle un feo al destino! Llegué a la página 38, que no está mal...
»Sí, resulté ganador (toda una sorpresa) del CEO y me publicaron mi primer libro en solitario. Semanas más tarde, cuando recibí ejemplares... estaba tan feliz que esa noche un Cirea durmió conmigo en la cama.
MCC- Dejaste tu plaza fija de bibliotecario en Huelva para irte a Madrid y dedicarte a la escritura. Cuéntame cómo diste ese paso.
RRC- No quiero entrar en detalles. Fui a Madrid casi de paso y me llevé 27 años... Dejé mi trabajo porque... no es fácil de explicar, Marina... porque yo quería vivir como un novelista pero también como un personaje de novela. Vamos a dejarlo aquí.
MCC- Nada más llegar a Madrid obtuviste el premio Pablo Neruda con Poemas Atlánticos y el Ciudad de Petrer con un libro sobre Isabel de Gonzaga. Veintisiete años después regresaste a Huelva, ¿te planteas volver a Madrid o tu futuro está en tu tierra?
RRC- No creo que vuelva a vivir en Madrid. Y en Huelva, a día de hoy, aún me considero transeúnte, como siempre me sentí en todos los sitios.
Gané el Pablo Neruda y el Ciudad de Petrer, casi seguidos, y fue una inyección económica importante. Me vino muy bien. Por cierto, en el Petrer envié el manuscrito con nombre de mujer.
MCC- Hablemos de talento, ese que a ti te sobra, ¿se hace o se nace con él?
RRC- El talento no se adquiere. Como no se adquiere ser alto, bajo, guapo, feo, rubio o moreno. Se es o no se es. Se tiene o no se tiene. Ahora bien, el talento ha de ser desarrollado. Si naces con una gran capacidad para correr y no practicas atletismo... nunca serás un gran corredor... nada puede sustituir ni al sacrificio ni a la experiencia. Los violinistas mueven los dedos a diario aunque el instrumento dormite en su estuche.
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MCC- Tuviste una etapa muy curiosa como «turista literario», háblame de ella.
RRC- Por diferentes circunstancias viajé por algunos países, desde los diecinueve años. Siempre aproveché para sentirme un escritor-observador, a mi alrededor palpitaba la literatura, así que llevaba mi cuaderno de notas que atiborraba a dibujos, impresiones, poemas, apuntes... todavía conservo uno o dos. Como curiosidad te cuento que en Sudáfrica me tradujeron un poema al zulú. O que en París me quedé sin dinero y me colé en el tren hasta Madrid, y hablamos de 1982.
MCC- Has declarado no poder con la obra de García Márquez pero El caracol de Byron (Premio Ciudad de Irún de Novela en 2004) es del estilo del autor colombiano (o al menos a mí me lo recuerda), ¿simple casualidad?
RRC- Ignoro que El caracol de Byron sea del estilo de GM. Sinceramente. Del maestro colombiano he leído completas dos obras menores, una me gustó y la otra no. Cien años de soledad no lo he leído, no paso de la página dos. Me cansa. Prefiero otro tipo de prosa. Eso de que me parezco a él (o viceversa) me lo han comentado alguna vez, pero, ya digo, no creo yo que tengamos muchas cosas en común, tal vez un brillo similar en la punta de la pluma, no sé... Como anécdota y primicia te diré que Gabriel García Márquez y mi padre fallecieron el mismo día.
MCC- «No estoy en la literatura para ganarme la vida, sino para perderla». Me lo explique, por favor.
RRC- No se puede describir con menos palabras. Si el destino de alguien es orar... puede hacerlo desde el púlpito de una iglesia pomposa o desde la austera celda del más apartado de los cenobios. Yo nunca he pretendido vivir DE la literatura, sino CON la literatura. Para que haya un Vargas Llosa en la cúspide de la pirámide se necesitan diez mil Rafael R. Costa en la base. Viene a ser algo así como morir de amor sin nada a cambio excepto alimentar la leyenda de Romeo y Julieta... La literatura me ha dado satisfacciones, pero, sobre todo, puñaladas. Sin embargo, las acepto. Elegí este camino con todas sus consecuencias.
MCC- Con El niño que quiso llamarse Paul Newman obtuviste el premio Onuba de Novela, ¿es tu novela más personal o me lo parece a mí?
RRC- Hum... Podría desvelarte la verdad sobre este asunto, que no es baladí. Mas me limitaré a contarte que hice una promesa a una persona muy especial en mi vida y que escribir esta novela fue parte de lo prometido. No es autobiográfica, pero sí pseudo-biográfica; porque la realidad, cuando se contiene en otro soporte cual es la literatura y no la vivencia palpable, adquiere propiedades nuevas y episodios distintos. Después de todo, el pasado no es como fue sino cómo lo recordamos.
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MCC- Año 2007. Te presentas al Premio Planeta con dos novelas, El cráneo de Balboa y El judío aberrante, quedan ambas entre las diez finalistas (algo que no pasado nunca con ningún autor), y ni te invitan a la cena de gala. Cuéntame esta curiosa historia. Por cierto, si no me equivoco, coincidiste con Marta Querol que también estuvo entre los diez finalistas con El final del Ave Fénix. No sé si a ella la invitaron a esa cena…
RRC- A ver... lo he comentado en alguna entrevista. En 2007 me presenté al Planeta-Casa América con El judío aberrante, título falso de La interpretadora de sueños. Fue la única novela española entre las diez finalistas iberoamericanas de 630 manuscritos, que se dice pronto, elegida ex professo por Eduardo Mendoza, a la sazón presidente del tribunal de las enviadas desde España. Todo esto está reflejado en la prensa. Ganó quien tenía que ganar, etc. Ese mismo año, 2007, sólo dos meses más tarde, me presenté al Planeta-Barcelona con El cráneo de Balboa. Para mi mayúscula sorpresa (aunque sabía que era la mejor) estaba entre las finalistas ese año... Y no, no tuvieron la gentileza de invitarme al acto (cosa que de todo agradezco, porque para ser el convidado de piedra, pues...) a pesar de quedarme finalista en los dos grandes premios de la editorial. Lo de mi apreciada colega Marta Querol es ella quien debería contestar.
MC- Háblame de Amazon, un lugar donde muchos escritores os habéis asentado después de haber publicado con editoriales convencionales. En tu caso concreto, ¿tan mala fue la experiencia con ellas?
RRC- Amazon KDP te da una libertad que no te otorgan las editoriales al uso a no ser que pagues y engullas la totalidad del producto. Hasta su editora en papel, Createspace, hace impresión por demanda, lo que es verdadero y ecológico acierto.
»Tras el relativo éxito en Amazon KDP me contrataron a la «Georginas» y ahí está, secuestrada. Ni la venden ni yo puedo acceder a ella. Me la han convertido en «La Bella Durmiente». Esa es y será la realidad durante la friolera de quince años de contrato.
MCC- ¿Qué es lo más fácil y lo más difícil de publicar con Amazon?
RRC- Lo más fácil es publicar. Escribes un librito y ¡hala! se publica y nadie pone pegas. Lo difícil es vender. A día de hoy los escritores se han convertido en «escriactores» y en comerciales de tenderete. Hay gente que vende mejor que como escribe. Venden cualquier cosa, una novela o un peine de carey. La actualidad apunta a eso, vender, vender, vender... la calidad es otra cosa que interesa menos.
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MCC- Eres un autor muy poco comercial pero creo que La novelista fingida, finalista del II Concurso Indie de Amazon en 2015, lo es bastante desde la propia portada. ¿Fue por ajustarte al concurso o te salió así sin pretenderlo?
RRC- Jamás tuve en la mente presentarme al Amazon. Fue mera coincidencia: terminaba la novela y aparecía el concurso, así que me dije: bueno, lo intentaremos, mandaremos a refrescar la novela, a ver qué pasa...
MCC- Debido a tus altas ventas de La interpretadora de sueños en Amazon, más de 5000 ejemplares, Planeta se interesó por esta obra que forma parte de una trilogía y compró sus derechos para publicarla bajo el sello de Espasa. Sé que quisieron comprarte también El nazi elegante, la tercera entrega, pero sin embargo no les interesaba Berlín melodrama, la segunda novela de esta trilogía. Finalmente no se publicó ninguna de estas dos. Haz una valoración de tu experiencia con este paso por una gran editorial y acláranos qué sucedió para que se quedaran solo con La interpretadora de sueños.
RRC- Cierto lo que cuentas. Estaban interesados en El nazi elegante y no en Berlín melodrama, no sé por qué razón, pues no leyeron ninguna de las dos. Como «la interpretadora» no funcionó (no tuvo promoción) pues ahí quedó todo... Ellos me llamaron, ellos me olvidaron.
MCC- Además de escribir, plasmas con dibujos todos tus personajes y las situaciones, sin que les falte detalle. ¿Cuántos cuadernos ocupan todos estos dibujos? ¿Me los dejarás de herencia?
RRC- Pues así lo hago desde siempre. Dibujar los personajes, escenarios, enseres, casas, en fin todo lo que rodea y concierne a una novela, eso me ayuda a concentrarme en ella. Cada una lleva su cuaderno (en realidad es un Libro Borrador, primo hermano del Libro de Actas). Pues tendré como quince o así... vamos tendré no porque los tiene mi hijo en exclusiva. Guardo (guarda él) otros cuadernos que no son novelas, por ejemplo una libreta dibujada de cómo sobrevivir en una isla desierta, una baraja de tarot de mi autoría, dibujos de edificios que sólo aparecen en los sueños, cosas así.
Tenías que ver el Cuaderno de Notas de Valdemar Canaris...
MCC- ¿Cómo es tu santuario de escritura? ¿Algún ritual concreto, o manía, antes de sentarte a escribir?
RRC- Pues diría que sí... preparo la atmósfera. Música clásica muy bajita (Chopin interpretado por Brigitte Engerer), que no haya demasiada luz, soledad, mi cigarrito, mi copita... esa es la liturgia. Además la disciplina de decir: hoy escribo mínimo cinco páginas.
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MCC- Siempre escribes historias de otras épocas y otros lugares. ¿Por qué nada actual y aquí? ¿Has nacido en la época y lugar equivocados? (Yo creo que sí)
RRC- Es el mundo que me ha tocado vivir. Mira, tengo una colección de películas y casi todas son melodramas de los años 40, me gusta cómo se comportan, cómo visten, esa elegancia, etc. La sociedad de hoy no me satisface, peo es la que me ha tocado en suerte, no se puede hacer otra cosa. Tampoco me complace la literatura que se escribe actualmente, pero... si es la que vende... Todo se basa en vender. La elegancia ha muerto. Ahora es todo de usar y tirar. Siempre se escribió novela romántica, algunas mías lo son, pero lo que hoy denominan romántica es otra cosa.
MCC- Una vez que terminas de escribir una novela, ¿qué haces? ¿Se la das a leer a alguien concreto o la dejas «macerar» un tiempo y la repasas tú mismo?
RRC- Soy muy reacio a dejar el manuscrito a otra persona. Mucha confianza he de tener. Aunque siempre busco al menos un lector cero más bien con la idea de que pille gazapos que yo no detecto. Las corrijo yo mismo, no tengo corrector, soy yo.
MCC- Sé que las promociones no te gustan nada pero son una parte fundamental para dar visibilidad a cualquier obra, ¿cómo vas con ese tema?
RRC- Digo yo que se podría promocionar la obra y no al autor, pero ya sé... No me gustan, no. Es lo que peor llevo. Publiqué un poemario y no lo he presentado, algunos poetas y poetisas de la misma editorial los presentan hasta 17 veces, como te cuento. Van por todas las bibliotecas de pueblos, colegios, centros culturales, no se les escapa ni uno. Pero ese no es mi rollo. Paso de eso.
MC- Consideras que todas las novelas son una historia de amor. Explícate, por favor.
RRC- Cuando me refiero a eso quiero decir que la verdadera historia de amor es la que sucede mientras se está redactando. Entre el autor y la propia novela. Una historia que dura lo que dura la escritura y hasta la próxima. Pero siempre están en mi corazón. Amo a mis personajes y ellos me aman a mí.
Asimismo es cierto que pocas novelas no contienen en su trama al menos una historia de amor. O de desamor.
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MC- Cómo ves el panorama actual, tanto de escritores independientes como de los vinculados a una editorial convencional. ¿Qué futuro le ves a la publicación?
RRC- La verdadera literatura (la que yo creo que es auténtica) tiene poco que hacer, que decir, que contar. Como digo antes hoy día se consume rápido. Cervantes, Victor Hugo, Tolstoi... no tendrían nada que hacer en nuestra realidad. Como en la pintura, vende más Picasso que por ejemplo Madrazo... cuando Madrazo podría pintar como Picasso, pero Picasso nunca pintaría como Madrazo... O eso creo yo.
MC- Muchos aspirantes a escritores te piden consejo, ¿cuál sueles darle? Y lo más importante, ¿te hacen caso?
RRC- Me solicitan consejos que no acierto a dar. Pero si de verdad tienen interés les digo: sólo hay una palabra y el objetivo de cumplirla: OBSESIÓN. Que escribir sea lo más importante de tu vida. ¿Estás dispuesto a mantener la escritura por encima de tu trabajo, tu familia, tu dolor? Si es así, adelante. Si no es así sólo es un entretenimiento, como quien colorea cuadros pero no pinta ni dibuja, como quien habita una casa que no ha construido.
»El otro consejo es más suave: NULLA DIE SINE LINEA. Si me hacen caso o no ya es cosa de ellos.
MC- Además de escribir, haces correcciones para otros autores y supongo que te llegan novelas de todo tipo, ¿cómo andan de calidad? ¿Eres optimista con el futuro de la literatura?
RRC- Correr es muy fácil, y cantar, y dibujar... No obstante, ¿quién corre bien? ¿Quién dibuja o canta bien? Pues en la literatura es igual. Ahora mismo, y desde hace ya una década, hay una burbuja literaria que ha de estallar.
»Cierto es que corrijo manuscritos de otros autores. Lo hago con profesionalidad, me entrego a ello. Eso sí, guardo absoluta confidencia sobre los mismos. Aunque, a decir verdad, no corrijo sino que sugiero este o aquel cambio. Quedan muy satisfechos y encuentran correcciones que jamás se les habrían ocurrido. Y hablamos de una media de 250 apuntes en un manuscrito.
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MCC- Cuando te definen como la joya onubense de la literatura castellana, ¿qué sientes? (además de orgullo y satisfacción)
RRC- Mi relación digamos íntima con mi ciudad y mi entorno no es fácil de entender. La mitad de mi existencia, o algo más, he vivido fuera de Huelva. Cuando vuelvo todavía me siento extraño, como de paso. Por ejemplo, no me gustan mucho las aglomeraciones ni fiestas o festividades multitudinarias... huyo de todo eso, no es mi mundo. No me siento el típico andaluz, soy tartessio, no miro al mapa sino al territorio. Ni soy de tierra adentro ni de la mar, mi entorno natural es el litoral, la costa, como mi portugués apellido.
»Lo de «joya onubense de la literatura castellana» se le ocurrió a un periodista y gran tipo que acababa de leerse "La interpretadora de sueños" y le encandiló. Suena algo fatuo pero me consta que está escrito desde la admiración.
Ahora mismo en Huelva hay una explosión literaria, tiras una piedra al tuntún y le cae a un escritor o a un poeta en la cabeza. Hay más de cien escritores y varios grupos literarios que organizan lecturas y cosas de estas. Pero yo siempre he vivido esto en soledad.
»Te cuento una anécdota: cuando gané el Premio Onuba de Novela me invitaron a venir a Huelva a recibir el galardón y todo eso. El editor presente, periodistas, invitados, en fin, todo el cotarro. Me dio un ataque de claustrofobia o algo parecido y me dije: me voy. Un buen amigo que me acompañaba, escritor también, me decía: Rafa, puede irse cualquiera menos tú... Eres el invitado de honor, el ganador del certamen. Todos están pendientes de ti. Le miré y respondí: Ya. Y con las mismas me fui. Hasta el punto que el editor me llamó al otro día y me dijo enfadado: te fuiste sin decir nada y además te dejaste la placa con la mención del premio.
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MCC- Eres un habitual del Bar 1900, ¿qué significa en Huelva este local, sobre todo para la cultura? ¿Hay más bares de este estilo?
RRC- El Bar Company 1900 fue fundado en 1986. Hace más de tres décadas. Y siempre ha tenido el mismo propietario, su fundador Antonio María. Se ubica muy cerca de la Biblioteca Pública, donde yo trabajaba, así que empecé a frecuentarlo desde su apertura. Está decorado de una manera muy peculiar. En esas tres décadas todos los escritores, poetas, artistas, y cantantes de Huelva han pasado por ahí. Es un lugar de reunión, de presentaciones, de charlas, siempre distendidas, desde un escenario, tomando la copa. La gente se siente a gusto. Os lo recomiendo. Pues hoy sí hay algún otro garito que lleva ese camino, pero el 1900 es el clásico.
MCC- Conociste muy bien a una de mis autoras preferidas, Carmen Martín Gaite, Carmiña. Háblame de ella, por favor.
RRC- Recordada Carmiña... Yo fui muy amigo de Chicho Sánchez Ferlosio, hermano menor de Rafael Sánchez Ferlosio, quien fue esposo de Carmen Martín Gaite. De hecho Carmiña era la madrina de Chicho, lo que son las cosas. El caso es que en Madrid teníamos un grupo de poetas (yo era el más joven) que dábamos recitales semanalmente en Manuela un garito de Malasaña que siempre se abarrotaba, así como el 1900. Entre esos poetas se contaba Carmiña, recité con ella en varias ocasiones. Luego tomábamos las copas y todo eso. Algunas veces leí en su casa, para ensayar las lecturas. Ante ella y su hermana María. La verdad es que me quería mucho, nos reíamos, hasta bailamos... tengo alguna fotografía con ella, a saber dónde. Guardo un buen recuerdo.
»Anécdota, ayudé a tipografiar letra a letra e imprimir uno de sus libros. No estoy seguro si es Caperucita en Manhattan.
MCC- Maestro, para terminar, ¿dónde nos tomamos el café, en Plaza Castilla o Chamartín?
RCC- Plaza Castilla.
MCC- ¡Me lo temía! Muchas gracias por dedicarnos tu tiempo, Rafael, ha sido un placer conversar contigo y hacer que los lectores te conozcan un poco más. Madrid te echa de menos, que lo sepas.
RCC- Siempre gracias a ti, Marina.
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Marina Collazo Casal. ENTREVISTA PUBLICADA EN AL REVISTA PASAR PÁGINA 8. JUNIO 2018: https://drive.google.com/open?id=1XKNW8tfKV_0nB08FCz0Q00dwFV9T2Uxu
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