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Pere Cervantes (Barcelona, 1971), es Licenciado en Derecho por la UAB, fue Observador de Paz para la ONU en Kosovo y para la Unión Europea en Bosnia-Herzegovina. Es autor de las novelas Rompeolas (2013), No nos dejan ser niños (2014), La mirada de Chapman (2016), Tres minutos de color (2017) y Golpes (2018); las dos últimas han recibido respectivamente el Premio de Novela Cartagena Negra en 2018 y el Premio Letras del Mediterráneo 2018 a la mejor novela negra. El chico de las bobinas es su nueva novela y ya cuenta con varias traducciones internacionales, entre las que destacan las de Alemania e Italia.
»Con su nueva historia, El chico de las bobinas, y sello editorial, Destino, recién estrenados, Pere Cervantes nos recibe, vía telemática, en este confinamiento sanitario que nos está tocando vivir, para comentarnos algunos detalles de esta novela.
Marina Collazo. Bienvenido de nuevo a nuestras páginas, Pere. Enhorabuena por esta obra y gracias por acceder a saciar algunas de mis curiosidades.
»En el silencio de una madre el amor vence a la verdad. Con esta frase tan bonita y simbólica empieza tu novela, ¿qué viene después?
Pere Cervantes. Viene un retrato de una España triste, sometida al dolor y a la vez ansiosa de poder soñar. Viene una novela que puede ser catalogada de negra, de thriller histórico, de espionaje, costumbrista y, sobre todo, emotiva y muy nostálgica.
MC. ¿Cómo fue la elección de los personajes principales, Soledad y Nil, y sus circunstancias?
PC. La novela se sustenta en dos pilares. Un homenaje al cine de la época, en el que las salas se convertían en verdaderos refugios para las almas maltrechas. Y, por otro lado, un homenaje a las mujeres supervivientes de una guerra como la nuestra. Nil y Soledad representan a cada uno de esos pilares.
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MC. Cambias de sello editorial. Cuéntanos, por favor.
PC. Desde que terminé la novela soñé con que fuera editada por Destino. Y ya ves, a veces los sueños se convierten en realidad. El proceso de corrección ha sido un placer, un aprendizaje de la mano de unas profesionales que acarician la excelencia.
MC. A los que te leemos desde hace tiempo y te conocemos en diferentes estilos, ¿qué vamos a encontrar de distinto en esta novela, en cuanto a tu escritura se refiere?
PC. Tal vez esa amalgama de géneros, ese tono costumbrista. La extensión de la novela, sin duda la más dilatada de las que he escrito.
MC. ¿El chico de las bobinas es un homenaje al cine y a las mujeres de la posguerra, o mucho más?
PC. Como he dicho, sin duda es un homenaje al cine y a las mujeres de la posguerra, cierto. Pero también es una historia de duelo más que de memoria histórica.
MC. ¿Elegiste la posguerra por algo en concreto?
PC. Porque fue el tiempo en el que los cines de barrio se convirtieron en la salvación espiritual de todos aquellos niños a los que les robaron su infancia. Además, el contexto permitía ahondar en la colonia nazi que habitaba en Barcelona, en los abusos policiales y en el miedo esparcido en la sociedad como principal herramienta de control.
MC. Has ambientado la novela en tu barrio, El Poble-Sec, ¿qué recuerdos de cine tienes en tu barrio?
PC. Muchos. Hay salas de cine en las que he ido de la mano de mi madre, he dado mis primeros besos adolescentes y he regresado años después de la mano de mi hijo. Lamentablemente, ahora ya están cerrados y con ellos se han ido muchas emociones.
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MC. Está escrita en una época que no viviste, por lo que la labor de documentación habrá sido total. ¿Recurriste a personas de tu entorno, a archivos, o a ambas?
PC. Principalmente a libros, archivos de bibliotecas y archivos audiovisuales de testigos directos de ciertas atrocidades. Una novela que me ha llevado más de tres años, pero que recuerdo la fase de documentación como un tiempo muy reconfortante.
MC. En toda documentación se descubren detalles muy interesantes e incluso desconocidos para el público en general, ¿cuáles son los que más te han llamado la atención de la Barcelona de los años 40?
PC. Me llamó mucho la atención el organigrama de la colonia nazi establecido en Barcelona y Madrid. También libros sobre las salas de cine de Barcelona y las anécdotas que en ellos acontecían, algunas de ellas reflejadas en la novela.
MC. ¿Qué queda de esa Barcelona?
PC. Afortunadamente, poco. Hablamos de una Barcelona gris, famélica y asustada. Colas de gente sosteniendo cartillas de racionamiento, vecinos ejecutados por falsos comentarios de otros vecinos, madres que se veían obligadas a prostituirse para que sus hijos pudieran comer, etc…
MC. Ahora, el cine es un entretenimiento más entre tantos otros, se hacen películas sobre cualquier cosa y están al alcance de cualquiera. Pero en 1945, supongo que la cartelera era más limitada e ir al cine era una forma de escapar del horror diario, pero, a la vez, casi un lujo. ¿Que ofreció el cine a la sociedad de entonces? ¿Y esa sociedad al cine?
PC. No, la cartelera de aquella época era apabullante. En Barcelona había más de cien salas de cine, una butaca ordinaria valía una o dos pesetas y ese era el precio que costaba soñar. El cine ofreció la posibilidad de evadirse de la vida, de poder fantasear con lugares remotos, mujeres bellas, hombres intrépidos… La sociedad se entregó al cine, lo elevó al arte más venerado. Por eso decidí escribir esta historia, para homenajear al cine desde la literatura.
MC. Fuiste Observador de Paz para la ONU en Kosovo y para la Unión Europea en Bosnia-Herzegovina, por lo que has visto cómo se resurge de una guerra, ¿el renacer es igual en 1945 que en 1995 o 2000?
PC. Las guerras son distintas, pero todas tienen una misma víctima: las mujeres. Estamos una y otra vez cometiendo los mismos errores que nos han llevado a una guerra. La maldita piedra en la que el hombre tropieza una y otra vez.
MC. Esta novela nació de tu tristeza al ver cerrar para siempre algunos cines, ¿sobrevivirán los de ahora? Crees que el cine como tal, ¿ha perdido «romanticismo»?
PC. Lamentablemente, las salas de barrio se van extinguiendo. Ha cambiado el modo de consumir cine y creo que no volveremos a ese momento en el que ir al cine era ese ritual tan necesario para familias enteras.
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MC. ¿Qué tenía el cine de antes que no tiene ahora, y viceversa?
PC. Ser un ritual, una comunión entre seres que se quieren.
MC. En los agradecimientos del libro aparece Juan Marsé, alguien a quien admiras enormemente, ¿qué parte de «culpa» tiene él en tus novelas y en esta en concreto?
PC. Más que culpa lo menciono en los agradecimientos porque creo que es uno de los mejores escritores de este país. En la fase de documentación de El chico de las bobinas decidí releerme gran parte de su obra, empaparme de esa Barcelona de posguerra que él vivió. Leer a Marsé produce dos efectos: un gozo interminable y la constatación de que escribir como los maestros es algo inalcanzable.
MC. Para los que no te han leído nunca, ¿por qué elegir El chico de las bobinas?
PC. Porque no les va a dejar indiferente, algo de esta historia se les va a quedar para siempre dentro. O al menos, eso es lo que dicen.
MC. ¿Algo más que te apetezca contarnos, alguna anécdota o curiosidad de las que no hayamos hablado? Somos todo oídos…
PC. Prefiero hacerlo ante una taza de café, cuando estos tiempos oscuros se evaporen y nos volvamos a abrazar y a besar como siempre hemos hecho.
MC. Te tomamos la palabra, Pere. Gracias por atendernos, siempre es un placer escucharte. ¡Mucho éxito!
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Marina Collazo Casal. Entrevista publicada en la REVISTA PASAR PÁGINA 28, abril 2020: https://drive.google.com/open?id=16WRa1UgtnP44bZkN7AbgdOVt5X-qkyul
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