top of page

PACO GÓMEZ ESCRIBANO - JULIO 2019

Foto del escritor: Los cuadernos de ArohaLos cuadernos de Aroha

Actualizado: 3 may 2020


Paco Gómez Escribano nació en el barrio madrileño de Canillejas en 1966. Es Ingeniero Técnico Industrial en la rama de Electrónica, materia de la que es profesor de instituto. Sus poemas y relatos están publicados en diversas antologías, ya que ha sido finalista en distintos premios. Suele frecuentar y participar en los principales festivales de Novela Negra de la geografía española, en los que algunas de sus obras han sido premiadas. Es autor de las novelas Al otro lado y El círculo alquímico, Yonki, Lumpen, Manguis, Cuando gritan los muertos, #Madridprisión (publicada por entregas en Black & Noir Ediciones) y Prohibido fijar cárteles.


Conocí a Paco una noche de junio de 2014 gracias al librero por excelencia: Francisco Javier Álvarez, de la Librería de Javier, en Alcalá de Henares. Gómez Escribano acababa de publicar Yonqui, la primera de sus novelas ambientadas en su barrio, Canillejas. Desde entonces, soy seguidora suya y no me pierdo ninguna de sus obras, en las que su lenguaje único las hace distintas dentro del género negro. Hemos coincidido en numerosas ocasiones y me apetecía mucho sentarme a charlar con él. Ese momento ha llegado con la publicación de Prohibido fijar cárteles (así, con tilde en la a), su nueva novela.

Bienvenido a Pasar Página, Paco. Ponte cómodo que comenzamos.


Marina Collazo — Por empezar por el principio: ¿te gustaba leer de pequeño? Algo más que Zipi Zape, Mortadelo y Filemón o Rompetechos, quiero decir.

Paco Gómez Escribano — Yo creo que a nadie le gusta leer de pequeño. Como bien sabes, la lectura es un hábito al que hay que hacerse. A mí me costó, como a todo hijo de vecino. Y más con los libros que nos mandaban leer por aquel entonces en el colegio. Aborrecí la lectura, lo consideraba un tostón de los gordos. Pero mira tú que empecé a leer tebeos, los que citas y otros, y también novelas de quiosco, del oeste, de guerra y policíacas. Y más o menos por ahí fui entrando.


MC — Eres profesor de instituto. Notarás unas diferencias importantes respecto a cuando eras tú uno de esos estudiantes, ¿no?

PGE — Decir diferencias sería un eufemismo. De cuando yo estudiaba a ahora media un abismo separado por un par de generaciones, por la globalización, por la tecnología y por la sedimentación de la sociedad de consumo en nuestras vidas. No me gusta, pero es lo que hay.


MC — Tú y yo somos de generaciones cercanas; también crees que hemos pasado de un extremo a otro en todo, sin término medio. Y si peligroso era lo de antes, no es mejor lo de ahora…

PGE — Lo de generaciones enteras de críos jugando a las maquinitas, criados sin ningún tipo de control y consentidos hasta el infinito no puede traer nada bueno. Parece que tanto mi generación como la posterior hemos tenido hijos solo para comprarles consolas, hacerles fiestas de cumpleaños y fabricarles egos como catedrales. No me gusta nada esto.


MC — En qué momento te planteaste escribir. ¿Cómo surgió? ¿Y publicar lo que escribías?

PGE — Creo recordar que no hay un momento concreto. Por un lado, era un lector compulsivo, algo imprescindible para escribir. Y, además, ya tenía un bagaje vital significativo, ya que rondaba la cuarentena, algo igualmente importante. Me sorprende cuando alguien con veinte o veintipocos años escribe, porque pienso que qué tendrá que contar. El caso es que primero empecé a escribir poemas y relatos cortos. Después me atreví con piezas más largas. Evidentemente todo ello acabó en la basura. Llegado un momento, escribí una novela y la mandé a una agencia literaria que la presentó como propuesta de publicación a una editorial. No solo la aceptaron, sino que me dieron un adelanto. La novela nunca la publicaron y como se saltaron los plazos tampoco me reclamaron el adelanto. Esta novela fue «Al otro lado» que, junto a «El círculo alquímico», fueron publicadas posteriormente por la editorial Ledoria. La verdad es que, aunque gustaron mucho a los lectores, apenas tuvieron repercusión.


MC — Sobre ellas te iba a preguntar, porque empezaste escribiendo novela esotérica, Al otro lado y El círculo alquímico, y te pasaste al género negro. Cuéntame cómo fue eso…

PGE — Verás, es que de joven cayeron en mis manos los libros de Castaneda y de Lobsang Rampa e hicieron que me aficionara al esoterismo. Leí mucho sobre todas las variantes del tema. Así que mis dos primeras novelas son thrillers esotéricos, por lo que te cuento y porque me daba mucho miedo y respeto escribir novela negra que, por otra parte, era el género que leía habitualmente. Estaba tan enganchado que lo abandonaba premeditadamente para leer otras cosas, pero siempre volvía. Finalmente atrapó toda mi atención y es raro que lea otra cosa porque me aburro, acostumbrado al ritmo y la intensidad del género negro. No obstante, escribir novela negra me parece muy difícil, mucho más que escribir cualquier otra cosa. A la novela negra podemos aplicarle las mismas teorías de guión o de narrativa que a cualquier otra novela, pero además tiene cualidades y recursos literarios propios del género que lo hacen ser como es y tener entidad propia. Al final me decidí, escribí «Yonqui» y ahí estamos.


MC — Qué es para ti la Literatura. ¿Quiénes son tus referentes?

PGE — La Literatura me ha salvado la vida, así que para mí es algo más que un entretenimiento, que también. Lo digo porque el barrio, treinta o cuarenta años atrás, había que verlo. La Literatura fue mi refugio porque mientras leía no estaba por ahí haciendo cosas malas. Y a la vez, ahora lo sé, estaba aprendiendo. Leer fue una revelación, un salvavidas. Y una vez adquirido el hábito lo convertí en vicio. No salgo de casa sin un libro, nunca. Mis referentes son infinitos, pero fíjate, creo que hay dos tendencias que producen una explosión dentro de mí: el Género Negro y el Realismo Sucio. Descubrirlos fue como salir disparado en un cohete a toda hostia. De hecho, creo que es lo que intento hacer como escritor, fusionar estas dos tendencias. Por citar algunos autores, me flipan Chandler, Hammett, Burnett, Westlake, Himes, Mosley, Block, Sallis, Lehane, Pelecanos, etc. Pero también Bukowski, Carver, Ford, Wolff, Bret Easton Ellis o Palahniuk, entre otros.


MC — Canillejas, tu barrio, es el protagonista principal de tus novelas en distintas épocas, convirtiéndose en un personaje más. En qué momento fuiste consciente de que tenías las historias en casa, que no necesitabas buscar fuera. Y casi me atrevería a decir que ni a tener que inventarlas. Estaban ahí, solo había que transcribirlas, ¿no?

PGE — Fue un proceso. Cuando decidí escribir novela negra empecé a pensar en si escribir de policías o inventar un detective. Di muchos paseos por el barrio pensando en que a mí siempre me habían gustado más los indios que el séptimo de caballería, o que cuando el FBI perseguía a John Dillinger yo no quería que lo cogiesen. Hasta que un día, sentado en un banco, me dije: «tronco, lo tienes delante». Así es como convertí mi barrio en el territorio geográfico y social de mis personajes. Las historias suceden en Canillejas, aunque bien es cierto que podrían suceder en cualquier otro barrio de Madrid, de España o de cualquier otro país, ya que el arquetipo «barrio» es universal. En cuanto a dichas historias, ahí te equivocas, inventarlas me cuesta mucho trabajo, aunque bien es cierto que al haber vivido situaciones parecidas en persona o a través de colegas cercanos, incluso a través de cosas que me cuentan, cuento con muchos datos a la hora de ficcionar todas estas historias.


MC — ¿Cuántas veces has pensado que tú podías haber sido uno de los protagonistas de tus propias novelas? Yo no conocí Canillejas, Vallecas o San Blas en esos tiempos, pero vengo de Vigo, una ciudad en la que los ochenta y sus daños colaterales también tuvieron mucho protagonismo; además soy del 70, por lo que todo lo que cuentas en tus novelas me suena. No lo viví directamente en mi casa, pero sí en la de vecinos o amigos… ¿Cómo recuerdas tú esa época?

PGE — Es una época gris, en blanco y negro. A mí me traen al barrio con tres años. Alrededor de mi bloque no había aceras, ni carreteras. No había nada, ni alumbrado público, todo era campo. Imagínate en invierno anocheciendo a las seis y media de la tarde. El barrio era la boca del lobo. No teníamos ningún tipo de servicio, ni apenas transporte, una camioneta, la P-9, que te llevaba a Ciudad Lineal. Había miseria, barro y mucha delincuencia. Cuando metieron la heroína esto era..., en fin, qué te voy a contar. Aquí el entretenimiento era ver cómo unos chavales le hacían un puente a un coche y salían chirriando ruedas. Había agresiones, atracos y muchos críos que jugábamos sobre todo al fútbol y a los juegos de temporada: canicas, chapas, peón, etc. Hubo muchos muertos. Creo que nuestra generación fue la primera que no hemos vivido una guerra, aunque tuvimos tantas bajas como si hubiéramos ido a dar tiros a cualquier trinchera. Conocí a chavales que parecían llevar el número correcto para ganar el sorteo macabro de acabar siendo un yonqui, pero otros acabaron siéndolo sin que nadie hubiera podido pensar que acabarían así. Yo me libré. Supongo que porque ya vi el desastre al que te conducía ese camino y por una mezcla de cobardía y suerte.


MC — En Yonqui, la primera novela de la trilogía que se desarrolla en Canillejas, hablas de los derrotados de los ochenta, pero también es un canto a las segundas oportunidades. Me emocioné leyéndote porque en el Botas vi a algunos de esos amigos o vecinos que te comentaba antes. Es la radiografía perfecta de un adolescente de entonces en esas circunstancias. Destacaría, también, el lenguaje que empleas, tan personal que hace único tu estilo. Cuéntame...

PGE — Al escribir «Yonqui» creí que no me la iban a publicar. Ten en cuenta que el narrador es precisamente un yonqui de 16 años y el lenguaje es el que es. Lo hice para que fuera creíble. Finalmente, Erein apostó por ella y como ya tenía escrita «Lumpen» y una idea para empezar a escribir «Manguis», pensé en una trilogía (término tan de moda entre escritores). La verdad es que luego seguí. En cuanto a lo que dices de «Yonqui», claro, el Botas es una plantilla de los miles de chavales que poblaban el barrio por aquel entonces y sí hay algo de lo que dices, de las segundas oportunidades y demás, pero al escribir novela negra hay que tener cuidado. Al igual que en cualquier otro género, los personajes tienen unos objetivos. En novela negra se deben conseguir esos objetivos solo parcialmente y con un coste para ellos muy alto, esa es la base. En cuanto al lenguaje, claro, hago novelas de delincuentes o perdedores y deben de hablar como delincuentes o perdedores, no como abogados. Hay muchas novelas de delincuentes que hablan como si fueran ministros. Resultan ridículas.


MC — Por cierto, que no se me olvide preguntarte por la portada de esta novela, me horroriza… y lo sabes. ¿Era necesaria esa portada tan…explícita?

PGE — La portada es importante, ya que los lectores es lo primero que ven. A mí me gustó. En cuanto a si es demasiado explícita, claro que lo es, es una novela negra, no es romántica. Tampoco cuenta las típicas cosas que te pueden contar en una película de Disney. Por tanto, la portada es dura, sí. Por lo demás, siempre es una cuestión de gustos. Te cuento una rareza: no suelo poner pegas a las portadas de los demás, me parecen bien. Ahora, a las mías les suelo dar muchas vueltas.


MC — En Lumpen nos muestras como protagonista a un detective en Canillejas, Lucky, ¿cómo se te ocurrió esta historia? Mejor dicho, cómo se os ocurrió, porque en esta novela compartes escritura con el maestro Luis Gutiérrez Maluenda. ¿Qué tal la experiencia?

PGE — Bueno, en «Lumpen» quise jugar a inventar un detective, pero no quería que fuera convencional, ni que tuviera muchos atributos de los detectives clásicos. Así que me inventé a Lucky, un tipo del barrio con todos los defectos de un tipo del barrio. Realmente esta novela está escrita antes que «Yonqui». Por aquellos días conocí a Luis, del que yo era y soy admirador. Le fui pasando capítulos, para que me diera su opinión, y cuando nos dimos cuenta estábamos escribiendo la historia a medias. Para mí fue como hacer un máster.

MC — Creo que todas tus novelas son, en el fondo, una denuncia, como la canción protesta de un cantautor, pero Lumpen es la que me lo pareció más directamente. No sé si estás de acuerdo… o si mi observación es errónea.

PGE — Claro, mis novelas son crítica social pura. La historia es la excusa para contar y transmitir los temas que yo quiero, aunque también te diré que se pueden leer como novelas de entretenimiento porque procuro meterles ritmo y significado a las tramas. No creo que «Lumpen» sea la que más crítica social tiene, o puede que sí. Lo fascinante de esto es que cada lector tiene una opinión que no siempre coincide con la del resto de lectores ni con la del autor. Lo que está claro es que como la editorial cerró al poco de publicarla no hay muchos ejemplares, ni siquiera en tiendas de segunda mano. A lo mejor en un futuro habría que pensar en reeditarla.


MC — Pues sí, deberías, es una gran novela. Esta se desarrolla en el Canillejas actual. ¿Cuánto ha cambiado tu barrio en todos estos años?

PGE — Pues bastante, afortunadamente. Como había mucho campo, había muchas posibilidades de expansión. Cuando ya no quedaba ni un solar en Canillejas construyeron el barrio de Las Rosas entre Canillejas y San Blas, ya con muchos comercios y servicios, y también zonas verdes. El barrio ahora podríamos decir que es bastante normal, aunque quedan reductos en los que sobreviven aún gente de los viejos tiempos. A ello hay que añadir la diversidad cultural y social debido a la inmigración. En el barrio hay árabes, sudamericanos y gente del este, entre la que predominan los rumanos. Ya había bares, pero con la llegada al barrio del campo del Atleti se han multiplicado los negocios. A pesar de todo hay veces que añoro los viejos tiempos. Todo era más simple.


MC — Por cierto, ¿qué te dicen tus vecinos de lo que escribes? Es fácil que más de uno sienta que estás contando su historia personal, y no sé hasta qué punto les puede sentar bien verse tan reflejados en tus novelas; droga y delincuencia son temas delicados…

PGE — A veces pienso que alguien me va a hostiar. Porque cambio nombres de personas y de bares y bodegas, pero a veces hay gente que se puede reconocer en los personajes. Contrariamente a lo que se pueda pensar, cada vez que alguien se ha reconocido me ha dado un abrazo. Como dicen por ahí, los senderos del Señor son inescrutables...


MC — Prohibido fijar cárteles es tu nueva novela, ¿qué encontrarán en ella los lectores?

PGE — Reencuentro y venganza. Violencia, pero también muchos valores como amistad, lealtad y la caridad humana. Van a encontrarse con el Tijeras, El Lejía y el Pipo, tres amigos de la infancia que ahora tienen cuarenta y tantos años y que se reúnen en el barrio tras varios años cada uno por su lado. Solo aspiran a vivir tranquilos, a beberse el mundo en la barra de un bar. Hasta que unos mafiosos rumanos se meten con ellos y se monta la de Dios.


MC — Lo mejor y lo peor que te ha pasado en este mundo literario.

PGE — Lo mejor, aparte de escribir, ha sido viajar y conocer gente. También me alegra bastante ver cómo un lector me mira y me dice que se lo ha pasado de cine leyendo una novela mía. Eso es lo mejor. Lo peor, conocer gente que me ha decepcionado, pero esto pasa en todos os ámbitos, no solo en la Literatura.


MC — Sé que también escribes poesía. ¿Veremos publicados tus versos en algún momento?

PGE — No sé, es que eso no depende de mí, sino de una editorial que quiera publicarlo, y eso es complicado porque siempre se tiene que hacer una inversión que no siempre es rentable.


MC — Antes de que se me olvide, quiero preguntarte por un detalle que me llama mucho la atención: tus continuos cambios de editorial, ¿a qué se deben?

PGE — A mí me gustaría tener una editorial fija que me garantizara publicar por los menos una novela al año (más no quiero), y que se gastara la pasta en promoción, pero eso en mi caso no existe por el momento. Ten en cuenta que yo no soy nadie, solo un tipo de barrio que trabaja de profesor en un instituto, y darme a conocer me ha costado mucho. Es difícil que una editorial apueste por alguien que no conoce nadie. Así que he empezado desde abajo, muy humildemente y haciendo camino a pico y pala. Espero que esto vaya cambiando y poco a poco tenga menos dificultades.


MC — Thriller quinqui, hardboiled, crookstory… son términos vinculados a tu escritura. ¿Cómo se los explicas a una gallega a la que le tocó estudiar francés y no inglés como a todo el mundo? Soy todo oídos…

PGE — Llámalo como quieras. Lo importante son las historias. Es cierto que mi escritura ha heredado las pautas del hardboiled americano. Como se narran desde el punto de vista del delincuente o del perdedor, vale, también son crook stories. Lo del Thriller quinqui fue un cachondeo mío y ahí ha quedado. Yo creo que la novela quinqui no existe, aunque si eso sirve para vender, pues adelante.


MC — Premios. Llevas una racha que no sé si te la acabas de creer. Cuando gritan los muertos te ha dado unas cuantas alegrías, muy merecidas. ¿Cómo vives estas noticias?

PGE — De la forma más normal del mundo. Creo que me habría sorprendido más si me hubieran premiado con mis primeras novelas. Pero salvo el premio Novelpol que me dieron con «Manguis» he empezado a recibir premios cuando tenía firmado el contrato de mi octava novela, o sea, que no me pilla siendo un novato, tengo los pies en el suelo. Ahora bien, mentiría si dijera que no me alegro cuando me nominan o recibo un premio, porque luego me alegro como si fuera un crío. Y en este sentido, «Cuando gritan los muertos» es la que más alegrías me está dando. La nominación al Hammett de la Semana Negra de Gijón me dejó totalmente flipado.


MC — No hemos hablado de música… Eres batería de Ochentacos, grupo homenaje a La Movida madrileña, y de Rock & Books, grupo que formas con otros escritores y con el que actuáis en eventos literarios. Me lo explique, por favor.

PGE — La música es otra de las cosas que me ha gustado desde pequeño. Es un poco como la escritura. Si flipaba leyendo, escribir tenía que ser la caña, y lo es. Pues con la música lo mismo. Así que aprendí a tocar la guitarra y desde entonces la he tocado en grupos. También he cantado, he tocado el bajo y la batería. Simplemente me mola.


MC — ¿Ya sabes cuál va a ser tu próxima novela?

PGE — No, porque tengo dos terminadas y no sé cuál se publicará antes. Pero las dos me gustan mucho. Está mal que yo lo diga, pero me han quedado muy bien. Y hasta aquí puedo decir.


MC- Eres una persona muy activa en las redes sociales, en las que además de con literatura, nos deleitas con platos cocinados por ti, todos con productos salvajes de Canillejas, por supuesto. ¿Libro de recetas a la vista?

PGE — No, ni de coña. Pero la cocina es otra de mis pasiones. De pequeño me metía con mi viejo en la cocina y flipaba. Además, ahora con internet es más fácil. Hago platos tradicionales, es lo que más me gusta, pero de vez en cuando invento algo, lo tecleo en Google, y ya existe, lógicamente. Tomo nota de los ingredientes, para que no haya discordancias, y a la cazuela. Me molan los fogones.


MC — Podría quedarme hablando contigo hasta las tantas, tus novelas y demás aficiones dan para mucho, pero el Suso dice que ya está bien, que es hora de plegar. Pero no quiero que terminemos sin que me digas qué significa para ti este bar.

PGE — Iba a esa bodega cuando era un adolescente, cuando la llevaba el Laureano, el padre del Suso, que aún baja de vez en cuando aperitivos de casa, así que imagínate. Para mí ha sido la cantera de muchos de mis personajes. Antes había gente de los viejos tiempos, pero se han ido muriendo. Le digo al Suso que tiene que hacer fichajes nuevos, pero el problema es que ya no hay gente top. Las bodegas y los bares terminarán por desaparecer. A veces el más joven de la bodega soy yo, y el caso es que también me mola este ambiente decadente. En fin...


MC — Muchísimas gracias por atendernos. Ha sido un placer, como siempre, conversar contigo, Paco. ¡Ah!, se me olvidaba: ¿Qué somos?

PGE — No somos na...


Marina Collazo Casal. ENTREVISTA PUBLICADA EN LA REVISTA PASAR PÁGINA 20 - JULIO/AGOSTO 2019: https://drive.google.com/open?id=1TJ7XNUaM-WvutW_M4bcUiAPCx5PmXrBq
6 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


©2020 por Los cuadernos de Aroha. Creada con Wix.com

  • facebook
  • twitter
  • linkedin
bottom of page