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ALEJANDRO PALOMAS - MARZO 2018

Foto del escritor: Los cuadernos de ArohaLos cuadernos de Aroha

Actualizado: 3 may 2020


Este mes tenemos el honor de entrevistar para nuestra revista al flamante vencedor del Premio Nadal 2018. Alejandro Palomas nació en Barcelona en 1967, es escritor y traductor literario. Licenciado en Filología inglesa por la Universidad de Barcelona y máster en Poesía por el New College de San Francisco, cuenta en su haber con 17 obras publicadas, algunas de ellas traducidas hasta en quince idiomas, y ha recibido varios premios literarios. Escritor empático por excelencia, acaba de publicar Un amor, libro que continúa la saga familiar iniciada con Una madre y Un perro.

Ante todo muchas gracias, Alejandro, por concedernos unos minutos de tu preciado tiempo y felicidades por este nuevo galardón.


MC- La novela premiada nos lleva a un día de boda, ¿cuánto amor hay en Un amor?

AP- Hay mucho, mucho… porque está escrita con mucho amor. Sobre todo, mucho amor por los personajes, por la familia protagonista y, sobre todo, porque hay muchas dinámicas de amor contenidos en la novela: el amor filial, el amor madre-hijo, el amor hermano, el amor amante, el amor ausente, el amor que nunca llegará, el amor añorado… Yo creo que están todos los prismas del amor, es el rompecabezas. Esta novela es un poco el rompecabezas del amor formado por todos los colores del amor.


MC- Los premios, ¿cómo los consideras? ¿Qué significan para ti?

AP- Los premios son una suerte de becas, creo yo. Conseguir un premio es una lotería, y te ayuda. En primer lugar, te da la seguridad en ti mismo, si no la tienes ya… que deberías de tenerla. Te confirma que el camino que estás llevando es el camino correcto. Y, por otro lado, te da un colchón, depende de la dotación económica, pero te da un colchón que uno necesita para poder seguir escribiendo con tranquilidad y no tener que dedicarse al pluriempleo literario.


MC- Tus orígenes están en la poesía, pero no es lo que más has publicado, ¿qué te llevó a cambiar esa especialidad por la narración?

AP- No he cambiado la poesía por la narrativa, al contrario. Empecé con la narrativa, era una forma de aplicar mi sentido poético del lenguaje en otro ámbito. Pero la poesía no es algo que se pueda dejar, esa es mi especialidad, y en los poemarios es donde está mi yo más íntimo. Pero sigue estando igual de presente en la narrativa, en el guion, en cualquier forma de expresión literaria en la que la palabra tenga mucho peso. No hay un abandono nunca, al revés, hay siempre un retorno a la poesía.


MC- Inicias tu carrera literaria en 2002, pero no es hasta 2014, con la publicación de Una madre, cuando el gran público supo quién eras. ¿Por qué nunca antes habías promocionado tus obras? ¿Y por qué ahora sí?

AP- Pues mira, yo nunca había promocionado mis obras porque me daba mucha vergüenza, me daba vergüenza el contacto con el público. Y, por otra parte, porque yo tampoco tenía demasiada autoestima. Con lo cual siempre tenía la sensación de que iba a tener que enfrentarme a un rechazo por parte de los demás, entonces prefería que las obras navegaran solas. Era un claro reflejo de mi inseguridad. Era un hombre muy inseguro y con muchos miedos, tenía mucho miedo al contacto personal, a la persona. ¿Por qué ahora sí? Pues no lo sé, he ganado…


A ver, ha habido mucho trabajo personal detrás, ha habido mucha terapia. El resultado de la escritura es el resultado del desarrollo propio. Y, en ese caso, yo creo que he invertido mucho en mí, he invertido mucho en cambiar eso. Y todo eso confluyó en Una madre. Yo escribí de una manera más suelta, utilicé mucho más el sentido del humor. Me atreví mucho más, fui mucho más valiente a la hora de escribir. Ya lo había sido, de hecho, pero en este caso hubo una conjunción. Y no sé explicarte exactamente de qué cosas, pero sí hubo una conjunción mágica.


MC- ¿Siempre tuviste claro que querías ser escritor?

AP- Sí, desde muy pequeñito. Soy de esos niños que cuándo le preguntaban, “¿tú qué quieres ser?” Nunca decía futbolista, ni científico, ni bombero. Yo decía, “quiero ser escritor”. A veces decía, “quiero ser guardabosques”. Es verdad. Y otras veces decía que quería ser farero, Pero ese era también el niño asustado, el que hablaba, el que quería estar solo, rodeado de, por encima de, para que el dolor no tocara demasiado. Cuando aparecía mi parte más valiente, decía que quería ser escritor.


MC- Cuando te sentaste a escribir Una madre, ¿imaginabas lo que vendría después? Lo digo tanto por la gran cantidad de lectores que empezaron a seguirte, sacándote de ese anonimato que te acompañó durante tantos años, como por las novelas que continuaron la saga.

AP- No, en absoluto. No, nada. No imaginaba lo que iba a venir después ni lo que vendría después del después. No sabía que ese era el principio de un camino que me ha llevado hasta aquí. No lo imaginé ni lo sospechaba, ni siquiera lo invoqué. Solamente fui muy libre a la hora de escribir. Tuve una gran libertad porque nadie esperaba esa novela, porque nadie sabía que la estaba escribiendo, y me volqué muchísimo. Volqué todo lo que soy y hubo mucha honestidad en esa novela. Hubo mucho riesgo personal. Es curioso, no sabía que siendo yo mismo podía provocar estas cosas. Siempre uno cree que tiene que ser como los demás quieren que tú seas y, en realidad, es cuando eres como eres, cuando llegas a los demás. Esta es la gran paradoja de Una madre.


MC- ¿Cómo es para ti el proceso de creación de una novela? Te he oído decir alguna vez que no puedes pasar mucho tiempo encerrado con tus personajes, ¿te marcas un tiempo concreto para terminarla?

AP- Mi proceso de creación tiene dos fases muy claras. Por un lado, es el proceso de creación inconsciente, que dura unos ocho meses, más o menos. Y es un proceso en el que se va formando la tormenta perfecta, voy sintiendo como alrededor de mi cabeza empiezan a girar las nubes, y empiezan a formar esa tormenta. A lo largo de esos meses, la tormenta va tomando forma. Se convierte en fuerte tormenta, en tempestad, en tormenta tropical, tormenta tropical de grado uno, dos… Pasa a huracán, y después el huracán es uno, dos, tres, cuatro… hasta que el huracán es ya de grado cinco, que es el máximo. Y cuando el huracán toca tierra es cuando me siento delante del ordenador y empiezo a teclear. Es cuando el inconsciente se abre al consciente y pide salir. Entonces es cuando realmente empieza la labor de la escritura per se, la escritura en sí misma, la creación o el volcado en las palabras y las frases. Y esa segunda fase dura unos cuatro meses, con lo cual, todo el proceso dura un año. En un año escribo las novelas, pero la escritura en sí son cuatro meses.


MC- Y tus manías de escritor, aquello sin lo que no puedes sentarte a escribir, ¿cuáles son?

AP- Tengo pocas. Tiene que haber silencio, tiene que haber la seguridad de que va a haber silencio siempre, de que nada me va a interrumpir. Puedo escribir en cualquier lado, siempre que sepa que no se me va a interrumpir, que no hay nadie más alrededor. Manías no tengo muchas. Tengo que tener mucha fruta -siempre como mucha fruta-, muchos frutos secos crudos. Cereales también… Sobre todo en la comida, tengo bastante manía con la comida, me convierto en muy frutívoro. Y después tiene que haber una música muy determinada. Silencio normalmente, y si no hay silencio, una música muy determinada que es la que yo siempre escucho, que son las Gymnopédies de Erik Satie.


MC- ¿Cómo decides la historia que vas a escribir?

AP- No decido la historia exactamente. La historia está ahí y se forma, y se formula, en mitad de la tormenta, y va apareciendo… No decido, la historia aparece a medida que la escribo. Yo creo que entre la historia y yo decidimos qué es lo que vamos a reflejar de nosotros, tanto de la historia como de mí. Es como un negociado.

MC- En Una Madre, Un perro o Un amor, nos muestras la vida de una familia, con virtudes y defectos. Has convertido lo cotidiano en algo transcendente, ¿crees que esa cotidianidad es el verdadero éxito de tus novelas?

AP- Sí, creo que esa cotidianidad es el verdadero éxito de las novelas. La cercanía, la empatía, el no filtro, y la comunicación de plexo en plexo. Creo que llego como soy, y ese es el éxito. Curiosamente, y paradójicamente, creo que el no filtro es el éxito de lo que hay. El no intentar adornar lo inadornable, el escribir de forma lo más honesta posible. El no intentar utilizar la literatura para ocultar cosas, sino para desvelar cosas, y para hacer de lo más pequeño lo más hermoso. Yo, realmente estoy convencido de que lo es.


MC- Recuerdo que en una tertulia comentaste que Amalia estaba inspirada en tu propia madre, pero que ella no se reconocía en ese personaje. Después de tres entregas, ¿ya se ha dado por aludida?

AP- Sí, mi madre se ha dado un poco por aludida. A ver, el personaje de Amalia está articulado alrededor del arquetipo de mi madre. Obviamente, Amalia no es mi madre ni mi madre es Amalia, pero sí es un personaje reconocible. Tiene muchas cosas de mi madre, muchas cosas externas, y tics, y el esqueleto. Después, lo que le ocurre o no le ocurre, no tiene mucho que ver. Pero sí, sí se reconoce, sería imposible ya que no se reconociera.


MC- En Un amor, los hijos parecen estar preparándose para cuando falte Amalia. De Un perro comentaste que era una preparación para cuando Rulfo no esté. ¿Escribir estas historias es una terapia personal?

AP- No, no es una terapia personal. Yo no puedo utilizar, y nunca utilizaré, mis novelas para hacer una terapia. Yo creo, y estoy convencido, de que una novela de este tipo, tan íntima y tan intimista, deben ser el resultado de una buena terapia anterior, pero no puedes hacer terapia con tu lector. En primer lugar, porque es injusto y estás estafando, y eso es algo que me preocupa muchísimo. Y, en segundo lugar, porque no saldría bien, ni como terapia ni como ejercicio literario.


MC- Los personajes con más fuerza en tus novelas son los femeninos, ¿tenías claro que tenía que ser así o fue surgiendo a medida que creabas esos personajes?

AP- Surgió así. Lo de los personajes femeninos fue surgiendo a medida que los cree, y que los creo. Me parece mucho más interesante a nivel de capas, a nivel de transparencias, a nivel de planos. Son mucho más multidimensionales que los personajes masculinos, o quizás yo los vivo así y los entiendo así, no lo sé… En este plano de la realidad desde el que hablo, que no es el del Alejandro escritor, me resulta igual, pienso igual, y me despiertan la misma curiosidad, con lo cual forma parte de mí y lo reflejo así.


MC- Tus obras han sido traducidas a otros idiomas y publicadas en países muy distintos al nuestro. ¿Qué experiencias te han llegado desde ellos? ¿Cómo perciben a Amalia, por ejemplo?

AP- Es curioso lo de Amalia en otros países, se percibe igual, exactamente igual que aquí, con lo cual no es un personaje local, no es un arquetipo local, siempre creía que lo era, realmente. Me daba mucho miedo que no se entendiera fuera pero no hay ningún problema, se percibe exactamente igual que aquí. Llega igual que aquí, con la misma fuerza, los mismos tonos… No hay diferencia, pues en Polonia, Grecia, Italia, Francia, Amalia es un personaje universal, y yo tampoco sabía eso. Esa ha sido la gran sorpresa de Amalia para mí.


MC- Tus novelas están llenas de emociones muy bien gestionadas, ¿cómo van las tuyas?

AP- Mis emociones van muy bien. Yo creo que puedo gestionar muy bien las emociones de mis personajes porque he aprendido a gestionar muy bien las mías. Ha sido un trabajo muy duro, de muchos años. Ha sido una travesía por el desierto que volvería a repetir una y otra vez, siempre. En todas mis reencarnaciones, si existen, me gustaría volver a pasar por lo mismo porque he aprendido mucho. He sufrido mucho y lo he pasado mal, pero también lo he pasado bien. Me he encontrado muy bien, he aprendido a navegar solo, a estar muy cómodo en mi silencio, muy cómodo en lo que soy. Creo que gestiono muy bien a Alejandro: Alejandro gestiona bien a Alejandro.


MC- Tanto escribir sobre la familia, ¿qué ha aportado a la tuya?

AP- Pues mira, lo de la familia es curioso, ¿no? A mí me ha aportado muchísimo mi escritura y, sobre todo, me ha aportado tanto en cuanto aprendo a ver y entender las dinámicas familiares de una forma muy determinada. Evoluciono mucho, y cuando evoluciono siento que vivo, siento que estoy vivo… Sobre todo, la trilogía, hasta ahora de Amalia, Una madre, Un perro y Un amor, hemos pasado en mi pequeña familia, de ser familia a ser equipo, esto es curioso. Y hay una gran diferencia en eso; las familias son porque son, el equipo lo eliges y lo vas conformando a medida que las necesidades van cambiando y funciones como un magma, como una unidad. Eso es lo que somos ahora, eso es lo que ha cambiado en nosotros.


MC- Sé que a cada una de tus novelas las defines con un color, ¿cuáles son los colores Una madre, Un perro y Un amor?

AP- Los colores de Una madre son los violetas, los de Un perro… No estoy seguro de Un perro, yo la veo muy blanca, realmente. Y en cuanto a Un amor, cada vez la veo más naranja

MC- Y tú, ¿de qué color eres?

AP- ¿Yo de qué color soy? No estoy seguro, creo que he cambiado mucho. Mi color ha cambiado mucho con el paso del tiempo, y creo que eso es lo que da una medida del cambio interior, ¿no? No lo sé…, yo creo que soy cada vez más transparente.


MC- Hablemos de Rulfo, tu fiel compañero, ¿qué has aprendido de él?

AP- De Rulfo he aprendido a no juzgar, he aprendido lo que es vivir en el ahora, en atreverte a decir lo que quieres y necesitas sin temor a que una negativa se convierta en algo ofensivo y doloroso. Una negativa es una negativa y no tiene por qué ser una agresión.


MC- Siempre dices que Rulfo mira para decir. Y la mirada de un escritor, ¿en qué se basa?

AP- La mirada de un escritor no sé en qué se basa. La mirada de Alejandro como escritor se basa en la empatía. Necesito sentirme parte de quién está al otro lado, y creo que la única forma de llegar a ese otro lado es a través de la empatía, es ser otro, de ponerse realmente en la piel del hombre, la mujer, el niño…, con quien has decidido emprender un viaje que es una novela.


MC- Nada, de Carmen Laforet, es una de tus obras más admiradas, ¿qué otras novelas te han marcado?

AP- Me han marcado muchas. Me ha marcado La pasión, de Jeanette Winterson, me marcó muchísimo en su momento. Me marcó Charlotte, de Foenkinos, me marcó Claus y Lucas, De Agota Kristof. Antes, cuando era niño, me marcaron las novelas de Carmen Kurtz, su Óscar, con su oca Kina. Y eso es algo que los escritores normalmente olvidamos. Cuando hablamos de novelas que nos marcan, siempre oímos y siempre tendemos a recuperar clásicos, a buscar o a recurrir a novelas que nos validen, ¿no? Y creo que a todos se nos olvidan las novelas infantiles, que realmente son las que nos han hecho lectores y escritores. Y en mi caso fue Carmen Kurtz y, por tanto, le debo gran parte de mi Alejandro escritor.


MC- Los libreros, esos recetadores de libros que sobreviven en esta era tan digital, ¿qué me dices de ellos?

AP- Para mí los libreros y libreras son mi casa. Yo sin ellos no estaría aquí, ni habría llegado aquí… ni tendría un premio Nadal, ni un premio nacional. Esto lo tengo claro, y siempre que me piden cosas y siempre que me necesitan, intento estar. No porque sepa que sirven para lo que sirven, sino porque realmente son mi casa, es quien gestiona mis emociones. Y quiero que sepan cómo soy, y quiero sentirme en casa, y lo han conseguido. Hay muy, muy, muy contadísimas excepciones, el 99% de los libreros que he conocido a lo largo de este maratón que estoy corriendo, son personas maravillosas. Y no me cuesta decirlo, ni me avergüenza decirlo…, es así. Si no fuera así, lo diría también. Nunca podré agradecerles a los libreros y libreras de este país lo que han hecho por mí.


MC- ¿Y qué me cuentas de Oksana?

AP- Oksana es mi personaje favorito en este momento, eso es lo que puedo contarte de ella. Creo que es maravillosa, que me ha dado mucho, ha aparecido en el momento justo, y creo que ha llegado para quedarse. No sé si esto es una trampa que yo me he puesto a mí mismo para que esta familia no desaparezca y esta historia siga con su recorrido, no lo sé, pero en este momento, Oksana es mi personaje favorito de Un amor.


MC- A partir de Una madre, Un perro y Un amor vinieron solos, ¿qué vendrá después de esta saga familiar? ¿Sabes ya qué vas a escribir?

AP- No sé qué vendrá después de esta saga familiar, no lo sé. A ver, sí lo sé…, sé que voy a terminar cosas que estoy haciendo. Va a llegar un poemario en octubre, sale con Vandalia. Estarán incluidos dos poemarios anteriores míos y un poemario nuevo. Creo que es una de las obras más importantes para mí hasta ahora. Para mí es fundamental, tengo muchas ganas, es algo que me hace mucha ilusión, tener un poemario real, y que la gente me conozca también como poeta. Porque, además, de la misma forma que con mi ficción soy muy Alejandro, creo que en la poesía lo soy también. Y creo que llego de la misma forma y convierto la poesía de algo muy cercano, muy sin filtro, muy directo. Se entiende, se acepta, se asimila muy bien.


Además de esto, estoy colaborando con la escritura del guion de Un hijo, es un proceso preciosísimo, en el que estoy muy metido, y estoy encantado. Y hay algo ahí, relacionado con la novela de Un hijo, en lo que voy a empezar a trabajar en verano. Es decir, voy a empezar en verano, pero estoy ya con la tormenta en la cabeza.


MC- Y, para finalizar, ¿por qué a Amalia siempre se le olvida comprar las flores?

AP- Pues yo no sé por qué se le olvida comprar las flores a Amalia… No lo sé porque empezó como un claro homenaje a la novela de Virginia Wolf, a La Señora Dalloway, pero en realidad me doy cuenta de que estoy reescribiendo constantemente esa novela. En diferentes colores, tonos, son interpretaciones de La Señora Dalloway, eso es lo que estoy haciendo… A mi manera, claro está, pero no es eso, no, es más.


MC. Gracias por tanto, Alejandro, ha sido un verdadero placer conversar contigo.

AP- Oh, gracias a ti. Un besazo


Marina Collazo Casal. ENTREVISTA PUBLICADA EN AL REVISTA PASAR PÁGINA 18 - Marzo 2018: : https://drive.google.com/open?id=1LMXmPlI5ZNudZIutkJQAQiCyxbGbG0rK
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